Seminario: Subjetividades y naturalezas en el Abya Yala


Territorio, cuerpo y palabra: una síntesis viva del seminario

El seminario reunió cinco voces diversas que, desde geografías, cosmovisiones y prácticas distintas, tejieron un relato común: la necesidad de recomponer el vínculo entre el ser humano, el territorio, el cuerpo y la palabra.

Bernardo Colipán propuso el concepto de “geopoética” como forma de pensamiento desde el Sur global: “recomponer el vínculo entre el Che, la persona, el ser, el colectivo, y los territorios”. Desde la experiencia mapuche, Colipán invita a repensar el territorio no como espacio vacío sino como “una esfera de vida” donde la espiritualidad y la memoria territorial configuran un modo de habitar con sentido.

Francisco Cabellos, en ambas intervenciones, profundizó la noción de geopoética como grieta en el cemento moderno. “Generar grietas en el cemento de Pucón para que vuelvan a florecer la planta, el árbol, el canelo”, dijo, aludiendo a una poética del espacio que desafía la lógica extractiva. Para él, la interculturalidad solo es posible “a través de un proceso de reconocimiento afectivo que involucre el cuerpo”, retomando también la figura del chulpi, el nervio vago, que une razón e intuición.

Salvador, psicólogo mapuche, añadió una dimensión ontológica: “La espiritualidad, el territorio y la salud están interconectados”. Relató cómo el Ngen, fuerza espiritual del territorio, está en conflicto con las industrias extractivas, lo que plantea una tensión entre ontologías indígenas y paradigmas neoliberales. Denunció que la colonización no solo ocupó territorios físicos, sino también espirituales: “La colonialidad se ha manifestado en la extirpación de las creencias indígenas”.

Edwin Agudelo, desde la selva amazónica, cerró el seminario con una palabra ritual y encarnada. Dijo: “El tiempo también está vivo… el pasado está adelante”. Su testimonio sobre el uso del tabaco y el yopo como mediadores con el mundo espiritual, y la historia del abuelo Mazuldani que enseña a morir, reencantan la palabra como medicina. “Sanamos con la palabra hecha canto; nuestros cantos son la forma concreta en que reunimos la fuerza inmaterial de lo invisible”.

Todas las ponencias, desde sus diferencias, confluyen en una crítica al tiempo lineal, al territorio como objeto, al cuerpo disociado, y a la palabra vaciada de sentido. En su lugar, proponen una rearticulación radical: el cuerpo sensible como mediador del saber, el territorio como sujeto, la palabra como acto sanador, el tiempo como espiral.

El eje que articula esta polifonía es la geopoética entendida no solo como una categoría conceptual, sino como práctica viva, espiritual y política. Desde el walme mapuche al wahi amazónico, se abre una vía para “geoemocionarnos” y “geopensarnos”. Así, el seminario no solo compartió conocimiento, sino que habilitó un espacio ritual para recordar que todo saber verdadero nace del corazón, se pronuncia con ternura, y se anuda al territorio.